Cuando en el texto bíblico se aborda el tema de la vocación, se lo relaciona con el poder creador de Dios. Se quiere expresar con esto que la llamada hunde sus raíces en el origen de la propia existencia: desde el seno materno (Jer 1, 5; Lc 1, 15); desde el propio nacimiento (Ex 2, 5-6; 1Sm 1, 27-28). Esto no se dice en el sentido de que uno nazca con la vida predeterminada para un fin. Porque precisamente se subraya la libertad que el hombre conserva para responder en cada uno de los momentos de su vida al llamado de Dios. Más bien se quiere decir que a partir de la experiencia del llamado de Dios toda la vida es leída desde una clave nueva. Se trata de la noticia de la paternidad/maternidad de Dios como un referente existencial en la vida del hombre. No sólo la vida del hombre ha sido objeto de la mirada creadora de Dios, también todo el universo material, mineral, vegetal, animal. Basta poner atención al orden y al equilibrio de la creación para descubrir en ella un valor inapreciable que nos remite a su origen en Dios.
Esta visión creyente de la vida choca frontalmente con la visión reduccionista del hombre, de cierto carácter cientificista, que circula en el ambiente social. Se presenta la naturaleza y en concreto la vida humana como producto de la casualidad, de elementos que aleatoriamente y casi por equivocación se han reunido. Como si la realidad y la belleza del mundo y la existencia humana se pudieran definir sin más como un conjunto de componentes químicos más agua. Es un modo de ver que tiene resonancias psicológicas importantes. Se comprende la propia existencia como no deseada, como no amada, como a la deriva.
Para quien se desarrolla en esta tesitura, antes que una conclusión racional, con pretensiones de ciencia, es un modo de sentir la propia realidad como absurda, que afecta gravemente y de un modo concreto a los jóvenes porque lleva a la desesperación y al sin sentido. Es la diferencia entre percibir la vida como caos o percibir como misterio. El primer dato vocacional, el más fundamental y que es urgente comunicar, es el que sitúa la existencia del hombre como un ser nacido en relación, como producto del amor.
Un don que debes desarrollar: mi vocación
Ahora que sabes que tu vida ha sido creada por Dios, que Él te ama sin condiciones, que tienes un sentido en la vida, que eres un regalo para los demás y este don necesitas desarrollarlo y que además eres libre para darlo o no, ha llegado el momento de que pienses cómo te vas a dar a los demás y de qué manera le servirás a Dios.
La vocación es el llamado de Dios, muchas veces se ha usado esta palabra de una manera inadecuada y se confunde vocación con profesión, se habla de vocación como si fuera una habilidad, o un gusto personal, pero no, en el lenguaje de la Iglesia “Vocación” es un “Llamado”.
Este llamado viene de Dios, es un diálogo entre Dios y la persona que es llamada, en donde Dios llama y ella responde y Dios le dice para qué la necesita y siempre respeta la decisión de la persona. Este llamado no se da en un solo acto, es un proceso dinámico, es decir, Dios está llamando constantemente.
El llamado de Dios tiene algunas características que nos ayudan a identificarlo: El llamado es personal: Dios te llama por tu nombre, en medio de tus circunstancias, con tus limitaciones y capacidades, con tu pasado. Dios te llama a algo muy específico: la misión que Dios da es muy concreta. Este llamado se da en la Iglesia y para la Iglesia: Dios llama a todos los miembros de su pueblo y la misión que les da siempre está en razón de servir a los demás, nadie puede decir que Dios lo llama a ser para sí mismo, a enriquecerse sin compartir, toda vocación es para darse.
En todo el proceso dinámico de la vocación, hay tres niveles: 1. Dios nos hace un primer llamado fundamental y este es a existir como personas, nos llama a la vida y nos hace miembros de la gran familia humana, nos ha creado a su imagen y semejanza, esta es la vocación a la vida 2. El segundo llamado es a formar parte de su pueblo que es la Iglesia, por medio del bautismo nos insertamos en Cristo y nos empezamos a llamar cristianos, somos Hijos de Dios y templos del Espíritu Santo; esta es la “vocación cristiana”. 3. Después Dios nos hace un llamado muy concreto para servir en medio de ese pueblo cristiano, nos invita a asumir un estilo de vida dentro de la “vocación específica” existen tres vocaciones específicas:
– Vocación a la vida laical: “es aquél cristiano que ha a optado por seguir a Cristo desde las condiciones y compromisos ordinarios de la vida familiar, profesional y social, ejerciendo su apostolado en medio del mundo a la manera de fermento, como la levadura en la masa; la vocación laical tiene muchas formas de vida: matrimonio y vida familiar, viudez; los diferentes oficios y profesiones; la consagración en institutos seculares; la misión Ad gentes.
– Vocación a la vida religiosa: los religiosos y religiosas son un signo de aquello que toda la comunidad está llamada a ser; un elemento que define a la vida religiosa es la radicalidad con la que viven los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia y otro elemento es, en la mayoría de los casos, la vida en comunidad. Hay una gran riqueza de carismas y apostolados que el Espíritu Santo ha inspirado en la Iglesia a través de las órdenes, institutos y asociaciones de vida religiosa que existen.
– Vocación a la vida sacerdotal: también se le llama vocación al ministerio ordenado. El sacerdocio es un ministerio (servicio) que se recibe por el Obispo para colaborar con él en la misión evangelizadora. La función de los sacerdotes es: apacentar el pueblo de Dios y acrecentarlo, esta es su característica fundamental pero siempre a la manera de Cristo Buen Pastor.
Dentro de la Iglesia las tres vocaciones específicas se complementan y ninguna es más importante que la otra, las tres, en armonía, forman la diversidad de carismas de la que habla San Pablo y en su unidad forman al pueblo Santo de Dios.
Para los jóvenes que están en una etapa propicia de su vida para decidir por qué camino ir es necesario escuchar la voz de Dios que nos llama y nos llama a algo muy concreto, es necesario preguntarle a Dios qué es lo que quiere de nosotros y ponernos en sus manos, Dios hablará y a nosotros nos tocará escucharle y responderle.
El contenido del anuncio vocacional se ve enriquecido cuando quien lo anuncia está convencido de ello y lo traduce en su modo de vida; por eso este anuncio también se dirige de modo especial a los animadores vocacionales.